
09 Feb Dra. Hasania Abdel-Hadi: “Durante la crisis nos convertimos en soldados de batalla, solo teníamos la misión de sacar pacientes adelante”
Especialista en Medicina Intensiva, tiene su plaza en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital General Universitario de Ciudad Real.
Estudió Medicina en Cádiz. Se especializó en Medicina Intensiva en Soria y estuvo trabajando también en Madrid y Cádiz antes de llegar a Ciudad Real. Desde 2012 tiene su plaza fija en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital General Universitario de Ciudad Real. “Siempre me han cautivado, los virus y las bacterias. Me dedico a infecciosas desde (casi) que empecé a trabajar en medicina intensiva”. Es, asimismo, profesora de la Facultad de Medicina de Ciudad Real, de la asignatura ‘Enfermedades por agentes externos: infecciones e intoxicaciones’.
“Realmente, mi misión dentro de la Unidad ha sido controlar las enfermedades infecciosas comunitarias y nosocomiales. Me encargo del Programa de Optimización de uso de Antimicrobianos (PROA) en críticos, que está constituido por un grupo multidisciplinar. Pertenezco al grupo de enfermedades infecciosas de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC)”. Hace unos años puso en marcha junto con su equipo la Unidad de Ébola en el Hospital. “Aquello me encantó porque fue un proyecto muy ambicioso, con muchos medios que desgraciadamente no hemos utilizado. Ahora he tenido la oportunidad de participar en los comienzos del coronavirus. Y digo comienzos porque después nos convertimos en soldados de batalla, más que dirigir y organizar, que de eso se ocupaban los jefes de Servicio, teníamos la misión de sacar pacientes adelante, y creo que, en realidad, era nuestra misión. ¿Los médicos nos preguntábamos que debemos hacer? Pues sacar pacientes adelante”. Teníamos una situación catastrófica y una mortalidad elevada. Perdías pacientes pero otros muchos salían adelante.
¿Cuándo oyó por primera vez el término coronavirus? ¿Cómo vivió las primeras semanas tras detectarse los primeros casos?
Sobre el SARS-CoV-2 que es el coronavirus que ahora nos preocupa, empecé a mediados de enero a escuchar las noticias de lo que ocurría en China y me inquietó muchísimo. Estaban construyendo hospitales en 15 días, se estaban vistiendo hasta arriba como si fuese Ébola, pensaba. En lo que podía trabajar dentro del Hospital o UCI era en que todos mis compañeros estuvieran formados en la colocación de equipos de protección individual (EPIs), y fue lo que hicimos hasta la primera semana de marzo.
La sensación era de temor. Siempre que te enfrentas a algo nuevo sientes miedo, no sabemos cómo va a reaccionar el virus. Cuanto más desconocimiento hay más miedo hay. Cuando empiezas a conocerlo empiezas a perder el miedo y se convierte en respeto porque sabes que si te contagias puedes convertirte en uno de esos pacientes que van mal.
Durante esas semanas teníamos ganas de que empezaran a llegar pacientes, teníamos necesidad de enfrentar la situación y saber la capacidad que íbamos a tener para afrontarla. Si de algo me he quejado es que China no nos contó toda la verdad, solo medias verdades y eso nos da mucha rabia porque realmente hubiéramos estado más preparados. Tampoco luego quisimos saber la verdad porque pensábamos que iba a ser más banal.
Empezaron a llegar los pacientes con mucha inquietud y a partir de ahí llegó un momento de casi no poder tener sentimientos, de precipitarse todo tan rápido que solo podíamos recibir pacientes y trabajar, trabajar, trabajar y hacerlo lo mejor posible.
¿Cuál es el periodo más crítico que recuerda?
El más crítico en el Hospital fue a mediados-finales de marzo. Pasamos de no tener ningún paciente a encontramos con 70 a la vez, y teníamos que dar respuesta a todos. Nuestra UCI tiene 21 camas y nuestro jefe hizo un plan de ampliación que iba incluyendo otras unidades. Cuando leí el plan pensé jamás llegaríamos a esta situación. Pues llegamos y lo superamos.
Entraban todos a la vez, y todos en situaciones muy críticas. El síndrome de distrés respiratorio es una de las patologías más graves a la que nos enfrentamos los intensivistas. Se trata de un proceso inflamatorio severo del parénquima pulmonar que provoca presiones altas en la vía respiratoria e impide el adecuado intercambio gaseoso, como consecuencia la oxigenación. Vemos 3-4 de verdad al año, y de pronto teníamos 72 pacientes, todos con distrés respiratorio. La situación era desbordante. Además un distrés respiratorio no se cura en dos días, hay pacientes que han estado ingresados hasta 115 días. Al no poder dar altas, al no tener flujo de pacientes, teníamos todos esos pacientes estancados, bloqueando la Unidad, y sin muchas posibilidades de ingresar más y eso angustia mucho. Porque el trabajo a los intensivistas no nos da miedo, a los médicos en general, lo que realmente da miedo es no tener la posibilidad y la capacidad de seguir ingresando pacientes que sabes que te necesitan.
Otra cosa que nos pone los pelos de punta es tener que decir que no. Es peor decir ‘no lo ingreso’ que incluso que se te muera el paciente, porque si has luchado todo lo que has podido y fallece, te queda un sentimiento malo pero has cumplido con tu obligación, pero cuando no le puedes dar una oportunidad al paciente… Teníamos la misión de que nuestras camas fueran muy eficientes, que salvaran muchas vidas. A los médicos intensivistas nos ha marcado mucho y no creo que seamos capaces de superarlo.
Decir que no ha sido uno de los debates que ha generado esta crisis sanitaria, ¿verdad?
En esta situación, teníamos que evaluar: Puedo salvar a cinco o puedo ingresar a uno, uno que va a ocupar una cama mucho tiempo y al final se va a morir.
Esto es una desgracia tener que hacerlo, pero esta ha sido la misión del intensivista siempre. Somos unos médicos no conocidos. Atendemos al paciente sin familia dentro de la unidad y además cuando están en una situación muy crítica, muchas veces dormidos, tomamos decisiones muy importantes. Pero toda la vida hemos dicho ‘sí y no’ a los pacientes intentando utilizar los mejores criterios posibles. La diferencia con la situación actual es que si tenemos muchísimas camas abrimos la posibilidad de darles la oportunidad a todos los pacientes, siempre que tengan posibilidades de salir adelante, si no sería encarnizamiento. Cuando no tenemos camas tenemos que seleccionar y esto nos ha hecho mucho daño.
El impacto psicológico debió ser brutal entre los miembros de su equipo…
Agotamiento físico, lo teníamos en aquel periodo que trabajamos de lunes a domingo, algunos en turnos de más de doce horas, y seguimos teniendo porque no nos hemos recuperado. En verano conseguimos irnos de vacaciones pero después, las cifras empezaron otra vez a incrementarse y ahora mismo estamos atendiendo por encima de nuestras capacidades (entrevista se realizó a mediados de diciembre).
Asumimos el nuevo horario porque era nuestra obligación y responsabilidad porque realmente podíamos atender a estos pacientes. Pero el cansancio físico no era tan importante como el psicológico: Luchar para sacar pacientes adelante, que te esfuerces al máximo y que al final no consigas es muy duro, porque esto es así de caprichoso a veces lo hemos conseguido pero otras, por más que hemos luchado, no.
La situación con las familias también era muy complicada. Normalmente nos sentamos con ellas y les explicamos, les contamos, les consolamos, etc. Con esta crisis esto lo hacemos por teléfono, en una conversación corta y sin duda más fría. Decirle a alguien por teléfono que se está muriendo su familiar es demoledor. Hay veces que colgaba el teléfono y me ponía a llorar. Creo que cuando el médico pierde la capacidad de sentarse con la familia y dar malas o buenas noticias debe marcharse a casa, ha perdido una parte muy importante que es la humanidad.
Es una de las situaciones más difíciles por las que ha atravesado la Sanidad provincial. ¿Qué déficit ha detectado?
Tengo que decir que en la UCI hemos sido muy afortunados. Al principio se agotó el material, no había EPIs ni respiradores y no había forma de tenerlos y nosotros lo entendimos así. Es una situación que desbordó el mundo.
Recibíamos muchas donaciones de la calle y las utilizamos, y hay que darle gracias a la sociedad que se dio cuenta de estas carencias y se puso, incluso, a coser en casa. En ese momento fuimos una gran piña.
Se adaptaron unidades para convertirlas en UVIs y lógicamente allí hubo muchos déficit, que intentamos ir compensándolo con lo que teníamos y sabíamos.
¿Se puede destacar algo positivo de esta pandemia?
A nosotros nadie nos dijo que teníamos que venir el sábado o domingo. Simplemente nos dimos cuenta que los compañeros de guardia no podían asumir la responsabilidad de ver todo ese número de pacientes. Teníamos que ir a echar una mano. Nadie nos obligó a nada, era nuestro deber. De no haber sido así la mortalidad hubiera sido aún más alta. Entrábamos en los boxes y hacíamos de todo, éramos y somos un gran equipo y liberar a algún compañero de vestirse de EPI era fundamental para conservar las fuerzas. En la medida que nos podíamos ayudar nos hemos ayudado mucho.
¿Hemos salido fortalecidos? No hemos tenido tiempo de reflexionar porque todavía aunque hemos pasado de 220 a 150 pacientes, no hemos decelerado. En pandemia solo tuvimos coronavirus. Ahora tenemos por lo menos 20 pacientes con patologías normales, y además, entre 8 y 14 con coronavirus. Nosotros no hemos echado el freno.
¿Piensa que esta crisis puede ayudar a una mejor gestión de los recursos sanitarios?
Al principio los aplausos me gustaban y me emocionaban. Y luego me enfadaban. En las noticias se hablaba todo el rato de los aplausos pero no de los déficits que podíamos tener. No hemos conseguido contratar ni a un solo intensivista más. Ahora estamos trabajando con los pacientes de coronavirus dentro de nuestra Unidad porque tenemos 24 camas pero cuando trabajábamos con ellos fuera lo hemos pasado muy mal y pedimos una serie de reformas de obra que se tenían que haber hecho en verano. Estamos abocados a que si llegamos a la misma situación, lo vamos a pasar igual de mal. Realmente son pequeñas modificaciones en la estructura de las tomas de aire y de oxígeno de las unidades satélites que hubiera mejorado mucho nuestra calidad de asistencia.
La sociedad pasó de los aplausos a las críticas…
Pienso que hemos cambiado mucho a lo largo de los años y ésta es la parte mala de los cambios. La gente ha pasado de adorar al médico, al cura, o al policía a pensar que son profesionales que tienen la obligación de hacer lo que están haciendo. Claro, todos tenemos la obligación de hacer nuestro trabajo bien, pero podemos hacer lo que nos corresponde y nada más. Pero nosotros hacemos lo que creemos que debemos hacer en cada momento, y muchas veces sobrepasando nuestras posibilidades físicas o mentales.
¿Ha faltado información?
Si, la población debía tener información sobre muchos temas como que las personas mayores y la edad sí que tienen una trascendencia en el coronavirus, se mueren más, igual que los pacientes con muchos factores de riesgo, y que no hemos tenido camas ilimitadas… Esto no se le ha explicado a la población, al contrario, se les ha dicho que teníamos muchas camas, muchos respiradores… si tú recibes esta información y por otra parte tu familiar se muere ¿piensas en que el médico es un héroe? Eres el villano más grande en la faz de la tierra. A lo mejor si se les hubiera explicado que nosotros estábamos trabajando, si no hubieran prohibido sacar en las redes imágenes del hospital donde se veía que estábamos exhaustos, si realmente se hubiera informado a la población de que se estaba haciendo lo que se podía, que se ingresaba a los pacientes en la unidad de críticos pensando en cuanto más mejor, que las camas de críticos eran limitadas, que los intensivistas eran los que eran y no se habían podido encontrar más, que la mortalidad del coronavirus se acercaba al 40%…
Si hubiéramos contado esto a la población quizás no nos habrían tratado como villanos, pero volvemos al principio, hemos banalizado la pandemia desde el principio.
Para finalizar, ¿ve el futuro libre de Covid? ¿Con la vacuna?
Tengo esperanza que la vacuna funcione, como científica no puedo decir lo contrario. Como persona de a pie entiendo los miedos porque se ha aprobado deprisa y no ha seguido las vías habituales, pero tengo mucha fe en que funcione. Como todo el mundo, quiero que esto vuelva a la normalidad y para eso necesitamos que más del 60% de la población esté inmunizada o esté vacunada.
Espero que el SARS-CoV-2 nos deje de dar guerra pronto, ya no es un virus nuevo, y mucha parte de la población se ha puesto en contacto con él, y si la vacuna es efectiva puede que hasta desaparezca.
Pero no tengo ninguna esperanza en que no aparezca otro virus diferente, por eso tenemos que empezar a cambiar el chip y pensar que pueden venir otras epidemias que pueden ser igual o peores que ésta. Tenemos que equiparnos con material de protección localizado, comprado, y almacenado. Hay que estar formados porque este virus no es demasiado contagioso pero si lo hubiera sido, los sanitarios habríamos caído aún más. Y debemos tener habilitado sitios dentro del hospital para tener muchos pacientes ingresados. Además, hay que empezar a tener preparado personal para avisarlo y contratarlo, incluidos médicos. Por eso me reafirmo, tenemos que estar prevenidos. Prepararnos desde el mismo momento en que disminuyamos la presión asistencial para que, si llega, seamos capaces de asumirlo.
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